sábado, 3 de abril de 2010

Ella en mis brazos, yo en los tuyos.

Soñamos con ustedes, nos hacen falta. Ella dice haber soñado que él le tomaba la mano y le brindaba compañía. Yo sólo soñé que llamabas a casa para saber cómo estábamos. Te extraño.

No tienes idea de la falta que me has hecho. No tienes idea de lo que daría por un abrazo, un "todo va a estar bien" y un beso en la frente.
Hay tantas alegrías que me habría gustado compartir contigo, como el nacimiento de Carlitos, la llegada de Ian, mi mudanza a Cuerna, el auto, los viajes, los buenos libros, que ya me llevo bien con mamá, el cine, las comidas, mi dejar de hacer berrinches, lo tolerante que me he vuelto, que ya no soy mandona (aunque creo que eso te gustaba), etc. Y las veces que me hizo falta hundir en tu pecho mi cara llena de lágrimas: la partida de mi hermana, el desorden alimenticio, la soledad, los abandonos de mi padre, el miedo de andar sola por las noches, las rupturas del corazón que aparento no tener, los secretos que a nadie puedo contar, los fines de semana sin qué hacer, y ahora... mi Teresita en el hospital. Pensar en la enorme posibilidad que existe de perderla en un tiempo no muy lejano me hace sentir algo vacía, y abrazo a mi mamá, a mi hermano y a mis tías, pero no nos consolamos, todos estamos igual de tristes, todos estamos perdidos y pendientes sólo a lo que ella pueda desear para hacerla sentir un poco mejor. Robarle sonrisas e historias alegres y darle un poco de comodidad a su cadera rota es lo único que nos hace sentir que hacemos algo por ella. Nos duele que le duelan sus piernas, que quiera quitarse el suero, la sonda y las vendas, y que quiera levantarse sin poder hacerlo. Nos duele que le duela y no poder quitar el dolor. Nos duele no poder consentirla como ella lo hacía con nosotros. Nos queda llenarla de besos, darle sus alimentos, acariciar su entumido cuerpo, decirle que la amamos y hacernos fuertes frente a ella aunque al salir del hospital el llanto quiebre nuestro cuerpo.

Yo no quiero que regreses, no pido volver a lo que fuimos, no quiero manchar tu felicidad, sólo quiero que me abraces, y en tus brazos me dejes llorar, pues no ha habido más cuerpo que me de seguridad.

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